muévete a la iz... derecha está bien.


Esta bailarina se me resiste.
Escribo sobre el teclado que sus piernas la llevan hacia la derecha, pero sus movimientos se deshacen hacia la izquierda. Le digo salta y se tumba, le digo grita y susurra. Que inapropiado para una señorita gritar en la cama como si estuviera viendo al diablo y susurrar seductoramente en un atraco al banco. Ni frente a una erupción de volcán se desgañitaría. No, si yo le pido lo contrario. ¿Y si le hiciera susurrar en vez de pedir socorro y viceversa? Tampoco serviría. La señorita Dubois es inteligente. Cabe decir que cuando la fabriqué, no lo hice pensando en que se volvería contra mí. Pero, ¿qué puedo hacer si se arranca el tutú a mordiscos y me pide a gritos un billete para recorrer el mundo entero? Le gusta viajar y no bailar. Pero yo la hice para brillar en los escenarios. O tal vez, la hice a mi semejanza: un poco zorra, con la habilidad de parecer más estúpida de lo que en realidad era, llena de monstruos que no la dejan dormir y con unas ansias enormes de saber (y de hacerse saber).

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