Nadie
sabe cómo se llama ni de dónde ha salido. Tampoco tienen ni idea de cómo un ser
humano es capaz de saberse tantos trucos de magia diferentes, pero todos
disfrutan con sus números. No entienden como una criatura tan pequeña ha podido
domar a un león hasta hacerlo su mejor amigo y mayor protector, pero no hacen
preguntas. No explicarse la sabiduría que rezuman sus ojos y el hecho de
que jamás la han visto durmiendo, pero actúan pueden como si no lo hubieran notado.
Todo el mundo tiene la extraña sensación de que hay una bruja entre las calles
de su adorable pueblo, pero Wellow nunca ha sido demasiado creyente ni tampoco
amigo de la Inquisición. Además, la pequeña Brielle no hacía daño a nadie y entretenía
a los niños antes de ir a dormir. (Aún así los cazadores dejaban cargadas sus
armas por si era necesario disparar).
Lo
que ellos no sabían era que Brielle se iría en cuanto hubiese conseguido lo que
quería. Tampoco que dejaría una estela de corazones rotos y un ejército entero
de devotos a Satán a su paso. Puede que, a fin de cuentas, a los habitantes de
Wellow les hubiera ido mejor de haber creído en brujas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario